Queridos hermanos: hoy la Liturgia
nos propone un ambiente Eucarístico que nos lleva a reflexionar sobre el
sentido que tiene para nosotros la fuente y clima de toda vida cristiana que es la Eucaristía. Esta
sublime celebración evoca varios
aspectos:
Eucaristía porque es acción de
gracias, banquete del Señor porque es el memorial de aquello que nos narra el evangelio de San mateoen el
capítulo 26 “Tomad comed éste es mi Cuerpo…” Fracción del pan por el sentido
del rito judío; asamblea porque es la
expresión de la comunión de la Iglesia; y así otra infinidad de nombres y
aspectos que recibe. Básicamente es el Misterio de nuestra fe. En primer lugar
porque la presencia real de Cristo, es el misterio del don de Dios ya que las
substancias del Pan y del vino en la consagración son transformadas
“transubstanciadas” en el Cuerpo y Sangre de Jesús conservando su apariencia
sólo para expresar la realidad del alimento que se nos es dado de acuerdo con
las palabras de Jesús Mi carne es verdadera comida y mi Sangre verdadera
bebida.
Decía Santa Catalina de siena a su
confesor:
-
Padre, tengo hambre; por el amor de Dios dele a esta
alma su alimento, su Señor en la Eucaristía.
Y en sus escritos confidenciales decía también la
santa:
-
“Cuando no
puedo recibir a mi Señor, voy a la Iglesia y ahí volteo a verlo, lo veo de
nuevo y esto me satisface”
Esto queridos hermanos es para
expresar la realidad que lleva intrínseca el sagrado misterio de la Eucaristía
tanto así que nos invita a convertirnos en otros Cristos; el sentido
comunitario de la Asamblea Eucarística es tan grande que nos pone en comunión
con toda la Iglesia porque estoy recibiendo a Cristo que se me da como alimento
para que yo de igual forma con la fuerza de su gracia de testimonio que
verdaderamente he recibido al Señor de cielo y tierra.
Se entiende pues que Jesús en su Divinidad se ha quedado bajo
estas especies; telón que da pie para expresar lo que el Evangelista San
Juan nos propone en el día de hoy: “El
pan que yo les daré es mi carne para la vida del mundo”. Aquí el escritor
sagrado cambia la palabra Cuerpo por Carne, para designar al hombre en su
condición de mortalidad es decir Cristo se entrega, se da en toda su humanidad
y divinidad; pues realmente es el Señor quién habita en la Hostia consagrada.
Queridos hermanos reconociendo esta fe que profesamos podemos entonces decir
con plena seguridad que la Eucaristía sostiene y transforma toda la vida
cotidiana, que es el alimento del peregrino, que es el Pan de vida eterna.
Dejemos de lado la mezquindad y la
arrogancia, no seamos espectadores del Sacrificio eucarístico, mas bien acerquemos
a Aquel que no escatimó rebajarse solo
para quedarse con nosotros en el sagrario bajo la apariencia del pan, vivamos
el misterio que se preparó desde antiguo y celebremos todos juntos la Santa
Misa: fuente y culmen de nuestra fe.
Finalmente es pertinente mencionar
a la Eucaristía como la oratio sobre
la cual nos habla desde un sentido patrístico el Cardenal Ratzinger cuando nos
dice: los Padres de la Iglesia designaron a la Eucaristía, según su esencia
como oración hecha Palabra. Esta palabra se hizo verdadero lugar del culto
cristianopara los círculos espirituales de la antigüedad que buscaban el camino del hombre y deseaban encontrarse con Dios. El hecho de
que los padres de la Iglesia designen a la eucaristía como oración es decir sacrificio hecho palabra, indica que
en su mente hay algo más de lo que podría dar de sí la idea griega del logos.
Quedaba con ello abierta, la misma cuestión que se había ido esbozando en la
teología veterotestamentaria referida a la Oración y el sacrificioy en cierta
manera desarrollada la idea del culto en el salmo 50 cuando dice el salmista
“los Sacrificios no te satisfacen, y más adelante nos presentará el sacrificio
agradable a Dios cuando dice el sacrificio que agrada a Dios es un espíritu
quebrantado…
Pues entonces queda preguntarnos si
para nosotros el rito es verdaderamente oratio en nuestra vida, de lo contrario
serán holocaustos que no satisfacen al Señor será dar el corazón a lo que no queremos y tristemente será celebrar
lo que no vivimos. Por esto abramos nuestro corazón a la acción de Dios y en
esta Eucaristía pidámosle que como dice el libro del apocalipsis: “suba al cielo, guiado por los ángeles el
humo aromático que representa las oraciones de los fieles” (Ap. 8,4).
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